19.Ene.2010 / 09:27 pm / Haga un comentario

¡Que la revolución no degenere en (mal) gobierno y que los revolucionarios no degeneren en burócratas!, parece ser el silencioso grito, que desde hace tiempo se escucha en espacios tan disimiles de la sociedad venezolana, pero vinculados en la concreción del proyecto político de construcción del Socialismo.

El historiador venezolano Federico Brito Figueroa, no dudaba en catalogar a las instancias operativas del Estado venezolano, como una burocracia usurpadora, donde los puntos esenciales para que las organizaciones públicas evolucionen, según el gran teórico de la burocracia, Weber, como: jerarquía, impersonalidad, reglas escritas de conducta, la promoción basada en logros, división especializada de labor y eficacia, estaban condicionadas a la relación que éstas instancias tenían con la renta petrolera y al proceso informal de distribución de riquezas del que eran objeto y beneficiados los sectores más privilegiados de la burocracia; por lo que según esto, el Estado que está constituido por una burocracia usurpadora, está más cerca de ser un instrumento de apropiación de la riqueza que de distribución de la misma (teniendo en consideración que para los socialistas, el debate va más allá del proceso de distribución de riquezas).

El Estado, su aparato institucional, sus mecanismos de regulación y sus instancias de movilización, tanto de recursos como de talento humano, son en primer momento los hombres y mujeres que le dan vida, por lo tanto fortalecer las capacidades técnicas y políticas de los hombres y mujeres que se encuentran en cargos bajos, medios y altos de la Administración Pública se torna crucial.

Por ello, lejos de recetar el comportamiento de un Buen Revolucionario, pretensión bastante homérica, para utilizar una expresión más pretenciosa que, «atrevida»; señalo algunos elementos a los que debemos estar alertas.

Así como el Capital, es capaz de alienar, extrañar, desprendernos de la realidad, divorciarnos del presente y desposeer al individuo de su personalidad, el Estado también es capaz de alienarnos, es capaz de hacer que nos neguemos nosotros mismos para sólo existir en tanto y en cuanto existamos en el Estado, y hasta el punto de llegar a aceptar acríticamente toda decisión y disposición, suponiendo que si algo es considerado bueno para la estructura burocrática, evidentemente y sin análisis alguno es bueno. El Estado aliena.

Dualidad de cargos no significa por antonomasia mayor celeridad, el hecho de que una misma persona sea ministro (aquí ministro es una mera categoría teórico-conceptual), además sea presidente de alguna institución o fundación, además deba responder a una cargo supraministerial, como la de un vicepresidente sectorial, y también sea autoridad del partido y participe en alguna comisión de enlace, no garantiza de ninguna forma eficiencia y efectividad, ni mayor rapidez a la hora de tomar decisiones; es más, a menos que tengamos el don de la bilocación o sea la encarnación de la Santísima Trinidad, y sea Padre, Hijo y Espíritu Santo a la vez, me resulta en extremo difícil pensar que una persona con múltiples cargos tenga al menos el tiempo suficiente para cumplir acertadamente con sus funciones. Más no siempre es mejor.

La concepción de propiedad privada se reproduce en la burocracia nacional; en ocasiones pareciera que existe la cultura, que el «escritorio» (buró) es un medio de producción al servicio de quien ostenta un cargo, y como medio de producción su utilidad no es satisfacer necesidades (para mantenernos en una visión pequeño-burguesa del Estado y sus instituciones) sino que dicho «escritorio», es decir el hombre o mujer en el cargo reproduciendo el sistema metabólico social del Capital hacen de ese escritorio una fuente de generación de riquezas y respondiendo a la lógica capitalista, utiliza su «medio de producción» para acumular bienes, privatizando lo público y filtrando las demandas populares a través de la red de sus expectativas particulares. El escritorio como propiedad privada.

El proceso de circulación de autoridades, en nuestro país, es altamente traumático, en momentos me pregunto, si los obreros, personal de mantenimiento y de limpieza, son personal de confianza; cada vez que cambiamos de directiva en alguna institución, la tabula rasa, (la cual es una locución latina que significa tabla sin escribir, no vayan a pensar que significa cortar cabezas) es la primera decisión política, en donde no se salvan planes, proyectos y propuestas, comenzamos otra vez de cero, absolutamente todo; luego de diez años debemos tener el valor de buscar otra frase de Simón Rodriguez más apropiada en la actualidad que «inventamos o erramos», algo así como, «Nadie hace bien lo que no sabe; por consiguiente nunca se hará República con gente ignorante, sea cual fuere el plan que se adopte.»

Mucho se ha intentado desde la izquierda dilucidar sobre el Estado, sobre todo, por el gran vacío que se encuentra en Marx sobre este punto, pero pocos han caracterizado con tanta sencillez y claridad el tipo de hombres y mujeres que necesitamos como lo hizo Gramsci, que señalaba: «Para la revolución son necesarios hombres -y mujeres- de mente sobria, hombres -y mujeres- que no dejen sin pan la panaderías, que hagan marchar los trenes, que surtan las fábricas con materias primas y consigan cambiar los productos industriales por productos agrícolas, que aseguren la integridad y la libertad personal contra las agresiones de los malhechores, que hagan funcionar el complejo de servicios sociales y no reduzcan al pueblo a la desesperación y a la demencial matanza interna. El entusiasmo verbal y la fraseología desenfrenada hacen reír (o llorar) cuando uno solo de esos problemas tiene que ser resuelto aunque sólo sea en una aldea de cien habitantes».

La discusión y el debate sobre ¿qué tipo de Estado necesita la Revolución? aún no ha comenzado de manera franca y sincera en los espacios de toma de decisiones, se han levantado slogans y fraseología incendiaria, banal y malhumorada, pero no hemos asumido la importancia de la variable institucional en la dinámica política nacional; ¿rendición de cuentas a todos los niveles, profesionalización y estabilidad laboral?; ¿son acaso cosas demasiado burguesas?

Herick Goicoechea
hercikgoico@gmail.com

 

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