18.Oct.2012 / 09:55 am / Haga un comentario

Por: Héctor Rodríguez Castro

En la década del noventa, con la caída del muro de Berlín, se impuso la tesis de Fucuyama, “el fin de la historia”. Con esa frase se resumió el supuesto fin de la confrontación de modelos de sociedad, de dos visiones económicas: la imperante, la hegemónica cobró su victoria y la cobró con fuerza sobre los más débiles. Vimos cómo las tesis neoliberales se arrojaron con todo su terror sobre las sociedades latinoamericanas. Vimos cómo utilizaron al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional (FMI) para condicionar los préstamos económicos. A través de las universidades y los medios de comunicación se justificó el intento de desaparecer el Estado. Se produjo  la disminución de la inversión en educación y salud, la reducción del monto de las pensiones,  el aumento de la edad para las jubilaciones, la liberación de los precios y el cambio de moneda. Se otorgó dinero público a los bancos privados, en fin dejó   todo en la mano invisible de los poderes fácticos y se cedió la soberanía económica.

Dichas medidas generaron altos niveles de pobreza en los países latinoamericanos, se originó una caída de los indicadores de salud, del desmontaje de nuestra capacidad industrial y en consecuencia una alta confrontación social.

En el caso venezolano vivimos, durante los últimos gobiernos de Pérez y Caldera,  la implementación del recetario neoliberal, en tanto en las políticas económicas como sociales. Lo cual generó la constante confrontación popular, que  tuvo, durante esa década, miles de manifestaciones de los sectores mas pobres, de las clases medias, de los movimientos estudiantiles y hasta de los sectores militares. Los dos momentos de mayor ebullición social se conocen en Venezuela como el Caracazo, rebelión popular en febrero del 89 contra las medidas económicas aplicadas durante el segundo gobierno de Pérez; y posteriormente la rebelión militar del 92. Este fue un período  de aumento de precios, congelamiento de salarios y pensiones, cuando se aplicaron medidas de ayudas a los banqueros y represión policial.

Hoy, América Latina ha cambiado, hay presidentes y presidentas que se parecen a sus pueblos, que asumen políticas económicas y sociales soberanas. Ya el FMI y el Banco Mundial no mandan en nuestras casas de gobierno, mandan nuestros pueblos. Sin  embargo, la vieja Europa empieza a vivir lo que ya nosotros superamos.  En esa región se les recortan  los salarios y  pensiones a los ciudadanos, rebajan el presupuesto en salud, educación, deporte y cultura. El desempleo juvenil en España ronda el 52%. En Grecia autorizan la venta de alimentos descompuestos a un menor precio, las policías reprimen a sus pueblos y, mientras tanto, se inyecta dinero público a las cuentas de los banqueros. Vemos cómo esos países ceden su soberanía ante los mandatos del Banco Europeo, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Esos hechos me recuerdan el Caracazo. Espero que Europa no tenga que atravesar una rebelión popular o militar para darse cuenta de que el capitalismo no es el camino.

 

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