6.Ene.2010 / 06:15 pm / Haga un comentario

El desplome de los precios de la cesta petrolera venezolana en observancia a la grave crisis del capitalismo mundial contrajo la economía nacional en 2009. Una merma en los ingresos públicos arrastró consigo la demanda global en lo correspondiente al consumo privado, la inversión y las exportaciones. El impacto no será mayor, por decisiones del gobierno bolivariano ­en el campo salarial, laboral y fiscal­ que mitigaron sus efectos sociales. Se interrumpe un periodo de 22 trimestres consecutivos de crecimiento del PIB coincidentes con precios petroleros crecientes.

Tener una sostenida y creciente renta petrolera desde la década de los veinte del siglo pasado significó la posibilidad de concretar un cambio portentoso de la Venezuela rural-campesina en la dirección de un tipo de desarrollo urbano capitalista, con acento en un inocultable y vigoroso proceso de sustitución de importaciones.

Las décadas finales del siglo ochenta y noventa- registraron un crecimiento cíclico de la economía que derivó en un deterioro significativo de los equilibrios macroeconómicos y el agravamiento de las condiciones de vida material de las mayorías populares. La explicación histórica de esto nos remite a alzas y caídas importantes en el valor de realización del petróleo, reducción significativa del aporte fiscal de Pdvsa al Estado y la aplicación de políticas fondomonetaristas que profundizaron la crisis en un contexto de alto endeudamiento externo.

Este péndulo rentístico es un desafío de dimensiones históricas; mucho más para un proyecto alternativo al capitalismo venezolano. La renta petrolera internacional que capturamos por virtud de una mayor productividad natural de yacimiento, y no por el esfuerzo productivo del trabajo o el capital, debe ser punto de partida, plataforma de lanzamiento de un modelo de desarrollo no capitalista del capitalismo rentístico.

Por efecto de los desarrollos científicos y tecnológicos planetarios, poco tiempo nos queda. Veinte, treinta años es el horizonte de un ocaso de los hidrocarburos.

Como sociedad humana, hemos ido donde el rentismo petrolero nos indica; es hora de fijarle el rumbo; vamos donde queramos ir utilizando la aún estratégica principal fuente de energía del planeta. Ello supone decisiones esenciales superadoras de la dependencia petrolera. Postulo que el capital petrolero debe acrecentar nuestro acervo productivo.

Continuar destinando la renta petrolera al gasto corriente en las dimensiones actuales es un desperdicio. Progresiva y sostenidamente, ésta debe destinarse a financiar un proceso de industrialización especializada para las exportaciones. El mecanismo de inversión Fonden es un excelente punto de partida, no el único. La integración de Venezuela al Mercosur y la apertura del comercio a otras naciones como China y Rusia son la gran oportunidad. A ellos debemos exportarles para equilibrios o superávit en la cuenta corriente o no tendría sentido la integración. Con ellos podemos adelantar agresivas políticas de conformación de empresas mixtas que diversifiquen las fuentes de financiamiento y de acceso a nuevas tecnologías de nuestra expansión productiva.

La renta petrolera es el punto de partida, pero no lo es todo, no es suficiente para el salto al bienestar colectivo. Esto es clave entenderlo para no perdernos en dogmas inútiles.

La ruptura de la cíclica dependencia petrolera será posible utilizando la renta futura para apuntalar una agresiva política de industrialización para las exportaciones. El excedente económico a distribuir para alcanzar grados de igualdad sustantiva y sostenible en un modelo socialista sólo es posible conseguirlo en la producción material de riqueza, vale decir, en procesos productivos eficientes que nos permitan competir en calidad y precios para ganar espacios en el mercado mundial. No hay otro camino. La llamada «revolución agraria» que postulan algunos camaradas como paso «previo» al desarrollo no tiene asidero en la experiencia histórica mundial y debe estar subordinada a la estrategia industrial. Si alguna duda tenemos, la experiencia reciente de China, India, Brasil, Rusia y Vietnam en materia de crecimiento, desarrollo, industrialización y exportaciones en contexto de reducción de pobreza sería de utilidad para despejarla. Un modelo como el actual ­que nos condena a recibir 94 dólares petroleros de cada 100 que exportamos­ es insostenible en el mediano plazo y un disparate no cambiarlo desde una perspectivas superadora del capitalismo rentístico venezolano.

La atención de los problemas sociales con programas o misiones que apuntan a la igualdad sustantiva y que debe ser, de acuerdo a Mészáros, principio y guía de la transición al socialismo, deberán encontrar en la reducción del Estado burocrático y clientelar su financiamiento. Y esto ya es demasiado serio y complejo, lo admito. Estamos próximos a tener tres millones de empleados públicos en los tres niveles territoriales de Gobierno. El socialismo venezolano derrota al clientelismo parasitario, disfrazado ahora de «promotores sociales» que llevó a gobernaciones y alcaldías a súper poblarse, es un fraude para los pobres, que esperan el gasto en educación, salud, vivienda, seguridad social. Esto es vital, en tanto que no es posible convocar a un pueblo al desafío de alcanzar el desarrollo, entendido como la posibilidad de una vida plena en sabiduría y satisfacción de necesidades humanas esenciales, si este no hace de la educación, la ciencia y la técnica algo cotidiano.

¿Donde vaya el petróleo vamos? No. Donde queramos ir que el petróleo nos ayude a llegar.

Rodrigo Cabezas

 

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