Internacionales

19.Ene.2010 / 09:26 am / Haga un comentario

PL.- Pese al deseo de la población haitiana y mundial de sepultar las secuelas del sismo que hace hoy una semana pulverizó esta capital, las estremecedoras escenas subsisten y corroboran la necesidad de una noble y pacífica ayuda internacional.

Es criterio generalizado en la ciudadanía, de que en lugar de clamar por omnipresentes dispositivos militares, los haitianos añoran de manera urgente alimentos, agua, atención médica, ayuda técnica de diferentes tipos, y oportunidades de trabajo, entre otros anhelos, realidad que contrasta con los acontecimientos que prevalecen en la devastada urbe.

Este martes, muy temprano, largas filas de ciudadanos comenzaron a aparecer nuevamente en las principales arterias de la ciudad, en busca de alternativas para llevar un bocado a sus hijos y otros familiares, quienes en la mayoría de los casos pasaron la noche a la intemperie.

Las inmediaciones del aeropuerto internacional Toussaint Louverture fueron una vez más destino para cientos de damnificados, a la espera de que por alguna vía llegue a sus manos parte de la carga que continúa arribando al país desde diferentes partes del orbe.

Paradójicamente, la pista de la terminal aérea, en vez de un centro mundial de distribución de ayuda humanitaria, más bien parece una base militar de Estados Unidos en plena disposición combativa, no sólo por la presencia de grandes aviones del comando norteamericano de movilidad aérea, cuya presencia podría ser justificada por su capacidad de carga, sino por el monumental despliegue de tropas.

«Este país lo que necesita son médicos, arquitectos, ingenieros, para que colaboren en la reconstrucción, no necesitamos los soldados como algunos por ahí piensan», comentó a Prensa Latina el doctor Cantón Wilson, médico haitiano que inmediatamente después del sismo se dedicó a atender a las víctimas de la catástrofe.

Wilson estudió medicina en Cuba, había culminado también en la isla el tercer año de la especialidad de cirugía, vacacionaba aquí y estaba presto a viajar para culminar su cuarto año cuando lo sorprendió el movimiento telúrico y optó por permanecer -dijo- al lado de su pueblo.

En su opinión, la condición de país casi sitiado no es la que necesita Haití, el imperativo es «la solidaridad, la hermandad, la paz», declaró el galeno en contraste con la realidad, marcada por un poderoso despliegue militar, en el cual sobresalen los uniformados que envía el Pentágono, más allá de la llamada Misión de Estabilización, a cargo de fuerzas de la ONU.

Según divulgaron medios noticiosos, el 15 de enero el portaaviones Carl Vinson llegó a las costas de Puerto Príncipe con un cartel de ayuda humanitaria, cual si Estados Unidos no dispusiera de otras naves de gran porte para transportar cargas de envergadura.

Sus pasos fueron seguidos por otros buques de guerra, el Underwood y el Normandy, con capacidad para el lanzamiento de cohetes cruceros, incluso el portahelicópteros Bataan.

Aproximadamente dos mil efectivos de la segunda División de Infantería de Marina, con sede en Camp Lejeune, y unos tres mil de la élite 82 División Aerotransportada también viajaron a Haití dos días después del movimiento telúrico, ataviados con su indumentaria de combate, que muy poco o nada puede hacer para mitigar las consecuencias humanas y materiales de la catástrofe.

Según los primeros cálculos de las autoridades haitianas, el sismo ocasionó la muerte a más de 50 mil personas, sin embargo no son pocos los que estiman que el saldo de víctimas fatales podría estar en el orden de los 100 mil.

/et

 

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