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25.Nov.2016 / 09:01 am / Haga un comentario

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«La América Española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos» Simón Rodríguez

El 26 de julio de 2014, en la instalación del III Congreso Nacional del Psuv, el presidente Nicolás Maduro propone el estudio a profundidad del “Árbol de las tres raíces” porque allí está la identidad raizal “del chavismo cristiano y socialista, legado histórico que por su calidad espiritual, ética y política ha permitido forjar la fuerza que hoy tiene la Revolución venezolana”.

En las dos décadas finales del siglo XX, el civil Kléber Ramírez Rojas y el militar Hugo Chávez, miembros del Comité Central del Partido de la Revolución Bolivariana (PRV), esbozan un programa de gobierno enraizado en la doctrina política de Simón Rodríguez, el ideario de Simón Bolívar y la continuidad bolivariana cívico militar de Ezequiel Zamora.

Cuando se hace un análisis del discurso del pensamiento de Rodríguez, Bolívar y Zamora se observa que su estructura se basa en la sensibilidad social y el mismo es transversalizado por tres ejes epistémicos: el antiimperialismo para el cual el bolivarianismo propone la unión, la anfictionía; el anticapitalismo traducido en la devolución de las tierras a los indígenas, la libertad a los esclavos y la apropiación de los medios de producción; y la comuna o toparquía como espacio para la comunión contrario a la ciudad enajenante.

Tierras y hombres libres Para Ezequiel Zamora “la tierra no es de nadie, es de todos en uso y costumbres, y además, antes de la llegada de los españoles la tierra era común, como lo es el aire, el agua y el sol”. Zamora nace en Cúa el 1° de febrero de 1817 cuando Rodríguez tiene 47 años y Bolívar 33. Crea un importante movimiento militar insurgente en contra de la élite antibolivariana. Con este ejército recoge el descontento de los campesinos despojados de sus tierras. Zamora es un hombre incómodo para los godos, representados en Páez, y para los mismos liberales, sobre todo para Antonio Guzmán Blanco y Juan Crisóstomo Falcón. José León Tapia en su obra Por aquí pasó Zamora dice que “cuando Falcón y Zamora llegaron a Barinas, el uno presidente de campaña y el otro jefe del ejército, la diferencia se acentuó: Zamora por un solo camino. Falcón buscando veredas. Con Zamora todo el mundo, con Falcón los encopetados. Zamora dando las órdenes y Falcón resentido en el fondo”. Zamora propone un país en el que “no haya pobres ni ricos, ni esclavos ni dueños, ni poderosos ni desdeñados, sino hermanos que sin descender la frente se traten bis a bis, de quien a quien”.

El Libertador del Mediodía de América Tan elevada es la obra del padre de la Patria que Simón Rodríguez en su defensa dice: “El hombre de la América del Sur es Bolívar. Se empeñan sus enemigos en hacerlo odioso o despreciable, y arrastran la opinión de los que no lo conocen. Si se les permite desacreditar el modelo, no habrá quien quiera imitarlo; y si los Directores de las nuevas Repúblicas no imitan a Bolívar, la causa de la libertad es perdida”. Sobre el Libertador del Mediodía de América, Andrés Eloy Blanco nos dice: “unos tenían el Bolívar de oro, que servía para comprar conciencias en las horas electorales y otros el Bolívar de mármol, bien muerto, tan bien muerto que daban ganas de darle el pésame a la tierra por la defunción de la piedra; para otros, era el Bolívar de nieve, inaccesible, como los páramos. Pero el pueblo, en la noche, cuando nadie lo miraba, se llegaba a la estatua del hombre a caballo, lo desmontaba y se lo llevaba a su casa. Y allí hizo el Bolívar de pan para sus hombres, el Bolívar de cristal para sus espejismos y el Bolívar de aire para sus agonías”.

Inventamos o erramos Inventamos o erramos es la conclusión de un estudio comparado que hace Simón Rodríguez a la relación que tiene Estados Unidos con Inglaterra respecto a la de Suramérica con España. Consideramos a Estados Unidos, dice, “como el país clásico de la libertad”, y creemos que hasta “podemos adoptar sus instituciones, solo porque son liberales”. En efecto lo son, indica, pero “¿el suelo, su extensión, sus divisiones, su situación, los hombres, sus ideas, sus costumbres, las razas, las clases, las creencias, las necesidades, la industria, la riqueza, dónde están?”. Rodríguez sabe la forma gangrenal en que crece ese país. Conoció la sociedad esclavista porque vivió allí entre 1798 y 1800 y vivió en la Inglaterra de la Revolución Industrial: “Cada una conserva su carácter; pero el dominante es el inglés”.

En cambio, “los hijos de los españoles, se parecen muy poco a sus padres: la lengua, los tribunales y los templos engañan al viajero; no es España; aunque se hable español, aunque las leyes y la creencia religiosa sean las mismas que trajo la conquista. La única analogía que hay, entre las dos Américas, es la noble idea, que ambas tienen, de la utilidad de la esclavitud. Los angloamericanos han dejado, en su nuevo edificio, un trozo del viejo, sin duda para contrastar, sin duda para presentar la rareza de un hombre mostrando con una mano, a los reyes el gorro de la libertad, y con la otra, levantando un garrote sobre un negro que tienen arrodillado a sus pies”.

Sobre la diferencia entre ambas relaciones, Rodríguez, en un ejercicio cultural de excelsa filigrana, expone: “los angloamericanos tienen a sus esclavos a distancia -los suramericanos se rozan con ellos, y con ellas… se casan”. Previo al final, Robinson se hace (o nos hace) una pregunta para cuestionar la forma en que culturalmente se aborda el momento histórico: ¿Dónde iremos a buscar modelos? Su respuesta es contundente: “La América Española es original. Originales han de ser sus instituciones y su gobierno. Y originales los medios de fundar uno y otro. O inventamos o erramos”. Si esta máxima bifurcada la citamos fuera de contexto, pareciera que Rodríguez, lejos de ser un planificador, tomaba decisiones improvisadamente, lanzaba una moneda al aire y se preguntaba ¿inventamos o erramos? Sobre esto es categórico: “la posibilidad es el país de las vanas observancias, con ella fraguan los hombres limitados sus enredos, y los imaginativos sus ficciones”. ¡Estudiemos! •

Alí Ramón Rojas Olaya

ESPECIAL 2º ANIVERSARIO 4F

 

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