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15.Jun.2018 / 09:13 am / Haga un comentario

Foto: Referencial

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Los más de 2 mil kilómetros que separan a Nicaragua de Venezuela se ven reducidos cuando empezamos a comparar las protestas violentas que vive actualmente el país centroamericano con las que tuvieron lugar en suelo venezolano en 2017.

La jornada de violencia y zozobra que vive Nicaragua arrancó el 18 de abril pasado, luego de que el gobierno de Daniel Ortega anunciara una reforma tributaria destinada a los fondos del Instituto Nicaragüense de Seguros Sociales (INSS). Rápidamente “grupos estudiantiles” tiñeron la protesta de un cariz civil y espontáneo, pero a la vez violento y sangriento. La iglesia católica, los medios de comunicación de derecha y la oposición política no perdieron el tiempo para pescar en río revuelto.

Guarimba a la venezolana

Si colocamos dos fotos de las protestas violentas en Nicaragua y Venezuela, es difícil distinguir cuál es de 2017 y cuál de este año. Las similitudes en los métodos de protestas violentas en la nación centroamericana son casi calco y copia de lo que ocurrió el año pasado en territorio venezolano. Y enumeramos:

1. El uso de armas de fuego caseras: desde “chopos” (armas de fuego que disparan diversidad de proyectiles), morteros de diseño artesanal y el uso de tirachinas, los grupos violentos en Nicaragua usan estas armas para proyectar la imagen de “grupos civiles, espontáneos y autoconvocados” que solo están “exigiendo que se cumplan sus derechos”.

2. Colocación de trancas y barricadas: Estos grupos han trancado vías principales con el uso de adoquines de la vía pública, árboles, piedras y cualquier objeto a la mano para trancar el paso. Las barricadas, que de noche son encendidas en fuego, son usados por los medios para exponer una imagen de “resistencia” ante la “brutal represión que aplican los cuerpos de seguridad”.

3. Persecución y acoso: Los grupos violentos también persiguen a personas en la vía pública, sobre todo al considerarlos “sandinistas” o, en todo caso, opuestos a sus protestas. Hasta el momento no se ha visto –como en Venezuela- que hayan quemado vivo a nadie, pero sí los amarran desnudos a árboles o postes para azotarlos e incluso los pintan de los colores de la bandera nicaragüense para humillarlos.

4. Destrucción de infraestructura pública y privada: Estos grupos también han atacado diversas instituciones del Estado, desde sedes de alcaldías o poderes públicos, hasta instituciones educativas y de salud. Incluso en los primeros días de protesta incendiaron la sede de Radio Nicaragua, medio estatal.

5. Morbo en torno a la cantidad de muertos: Todos los fallecidos en medio de los enfrentamientos son endosados el gobierno de Ortega. Así como en Venezuela, se pintan en las calles y paredes los nombres de los muertos en medios de las protestas, sin especificar que han muerto integrantes de los cuerpos de seguridad, activistas políticos del sandinismo e incluso comunicadores sociales.

6. El show internacional: El uso de las redes sociales ha sido esencial para difundir la lógica de la “lucha no violenta”. Con un discurso similar al de otras revoluciones de colores como las ocurridas en los países árabes, han explotado el uso de la etiqueta #SOSNicaragua así como el apoyo de figuras de la farándula y el espectáculo para condenar al gobierno de Ortega y pedir el “auxilio” de la comunidad internacional.

El papel de la Iglesia y el injerencismo

A 4 días de reventar las protestas, el gobierno de Daniel Ortega derogó la reforma tributaria que ponía al sector empresarial a pagar un mayor porcentaje de impuestos destinados a mantener las pensiones del Seguro Social. Inmediatamente, anunció la creación de una mesa de diálogo donde participaría gobierno y empresariado y que sería conducida por la Conferencia Episcopal de ese país.

Durante esos 4 días la iglesia no perdió tiempo en exigir el gobierno que “democratizara” al país y en señalar que “fuerzas satánicas” se encontraban detrás de la “represión”. Por supuesto, una vez iniciado el diálogo, la iglesia disminuyó la beligerancia de su discurso.

A la par, el congreso de los Estados Unidos está considerando recrudecer la Nica Act, ley promovida por la senadora Ileana Ros-Lehtinen desde el lobby anticastrista. Ya el gobierno de Donald Trump anunció sanciones para funcionarios nicaragüenses, aún no detalladas, pero que van desde la revocación de visas hasta sanciones de índole comercial.

No se puede olvidar que en el año 2016, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid, por sus siglas en inglés) destinó 16 millones de dólares a diversas ONG nicaragüenses para «desarrollar las capacidades para la defensa de la sociedad civil», entre otras causas.

Otro dato: Nicaragua está desarrollando en conjunto con China un canal transoceánico de 270 kilómetros de extensión, lo cual afectaría la influencia comercial en el hemisferio de la potencia norteamericana al ofrecer una alternativa al canal de Panamá.

Mientras se siguen desarrollando los hechos, el gobierno de Ortega sigue presionado por diversos flancos. El Consejo Superior de la Empresa Privada, la Cámara de Comercio Americana de Nicaragua y la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia de Nicaragua anunciaron un paro general en el país para exigir a Ortega que acepte las reformas constitucionales y electorales que plantea la iglesia para su salida anticipada. La respuesta la dará el gobierno en los próximos días y aunque ha dado claras señas de voluntad hacia el diálogo, la violencia en las calles no cesa.

Alba TV

 

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