Nacionales

5.Mar.2009 / 03:05 pm / Haga un comentario

El vicepresidente de Cuba, Carlos Lage, y el ex canciller Felipe Pérez Roque, renunciaron a cargos en el gobierno y en el Partido Comunista al reconocer «errores», según dos cartas publicadas este jueves en el diario cubano Granma (ver carta de Lage y carta de Pérez Roque).

Los dos dirigentes presentaron su renuncia al presidente cubano Raúl Castro y reconocieron su responsabilidad en dos cartas con fecha del martes, y cuyas copias fotostáticas fueron reproducidas en la prensa local.

Lage, médico de 57 años, renunció a su condición de vicepresidente, miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba (PCC) y del Comité Central de la agrupación, así como a su banca de diputado. «Reconozco los errores cometidos y asumo la responsabilidad. Considero que fue justo y profundo el análisis realizado en la pasada reunión del Buró Político» en la que se avaló la reestructuración propuesta por Raúl, subrayó la misiva de Lage.

Pérez Roque, de 44 años y quien se desempeñaba desde hacía una década como jefe de la diplomacia cubana, renunció a su condición de miembro del Consejo de Estado, del Comité Central del PCC y al cargo de diputado. «Reconozco plenamente que cometí errores, que fueron analizados ampliamente en dicha reunión. Asumo mi total responsabilidad por ellos», dice el ex canciller en su carta.

Ambos dirigentes reiteran su lealtad y fidelidad a la Revolución cubana, al PCC y tanto a Fidel como a Raúl Castro.

Días atrás fue anunciado un cambio en el gabinete cubano donde se removía tanto a Pérez Roque de la Cancillería, como a Lage de la Secretaría del Consejo de Ministros. Lage en ese momento conservaba su rol de Vicepresidente del Consejo de Estado, al que renuncia en esta carta.

El ex presidente cubano escribió en sus «Reflexiones del Compañero Fidel» un artículo donde indica que fue consultado sobre los cambios, y explica: «Ninguno de los dos mencionados por los cables como más afectados, pronunció una palabra para expresar inconformidad alguna. No era en absoluto ausencia de valor personal. La razón era otra. La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de

 

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