19.Feb.2012 / 08:18 pm / Haga un comentario

El Cairo (PL) Consigan la membresía plena o el status de observador, los palestinos ya ganaron una importante partida al revitalizar la solidaridad mundial con su causa, pese a que su pretendido Estado tiene ante sí innumerables desafíos y obstáculos.

Semanas antes de llevar a la ONU la solicitud formal para

reconocer a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) como el Estado

miembro 194, el presidente Mahmoud Abbas ya dejaba descolocado a

Estados Unidos como mediador creíble en el conflicto con Israel, léase de Medio Oriente.

MEDIADOR PARCIALIZADO

Al hablar ante el 66 período ordinario de sesiones de la Asamblea General (AG) de la ONU, Abbas defendió un derecho legítimo de su pueblo y con ello suscitó la cohesión de los Estados árabes en un momento de incertidumbres y discrepancias por las revueltas populares.

De igual modo, el también líder de la Organización para la

Liberación de Palestina (OLP), al que Washington y Occidente definen de moderado por su disposición al diálogo con Israel, fortaleció su imagen entre los palestinos de los territorios ocupados y de la diáspora.

Precisamente, Abbas y la ANP tuvieron como argumento sólido la ausencia de resultados favorables a los palestinos tras casi 20 años de negociaciones con Israel bajo mediación de Estados Unidos y/o sus socios europeos, una realidad que nutre la resistencia a la ocupación.

El boicot del presidente Barack Obama a la iniciativa palestina en la ONU desenmascaró, una vez más, su rol en Medio Oriente y, peor aún, debilitó su retórica de «nuevo comienzo» con el mundo árabe-musulmán, esbozada con fanfarrias en su discurso de junio de 2009 en El Cairo.

Obama, que repitió hasta la saciedad estar a favor de la solución de «dos Estados» (uno palestino y otro israelí), prefirió ahora cuidar el voto judío que puede asegurarle la reelección y se decantó por «negociaciones directas» como única vía para la estadidad palestina.

Rehén del influyente lobby judío estadounidense, el mandatario omitió condenas a la política de asentamientos israelíes en los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén Este, ciudad santa donde se aspira a instalar la capital del futuro Estado palestino.

En cambio, en su discurso ante la Asamblea General subrayó con énfasis el carácter «inquebrantable» de los lazos

norteamericano-sionistas, y aludió a «preocupaciones de seguridad» para intentar justificar el anunciado veto en el Consejo de Seguridad (CS).

Pero si ya era más que fehaciente la parcialidad, la Casa Blanca fue más lejos con una ofensiva diplomática que buscó directamente y por medio de terceros disuadir a los palestinos de presentar la solicitud, y una vez concretado el trámite, recabó apoyos al boicot en el CS.

ONU ANULADA

Resulta paradójico que Israel fue creado por una resolución de la ONU que partió Palestina en 1947 y su aceptación como nuevo miembro supuso comprometerse a respetar sus decisiones, específicamente la 194 de la AG sobre el derecho de retorno de los refugiados palestinos.

Pero ni esa ni prácticamente ninguna otra, acató Israel, en parte gracias a que la organización mundial ha quedado anulada en el caso palestino, pese a que desde el fin de la Guerra Fría se involucró directamente en los grandes conflictos mundiales, incluida Libia.

Washington -que ha vetado más de 40 resoluciones del CS críticas con Israel, incluso las presentadas por sus socios europeos- ha protegido abiertamente a su aliado en Medio Oriente, y la ONU cedió protagonismo, sucumbiendo a una política sistemática de doble rasero. El gobierno sionista ha desestimado decenas de resoluciones que «reprueban», «instan», «recomiendan», muestran «honda preocupación» o «condenan» sus ataques a civiles, detenciones, deportaciones, la construcción de asentamientos y la ocupación.

Muchos analistas coinciden en que no es difícil adivinar porqué la causa palestina fue remitida a un proceso diplomático auspiciado por Estados Unidos, aun cuando la estrecha relación de Washington con Tel Aviv lo convertía en cualquier cosa menos un mediador imparcial.

La Casa Blanca no solo «secuestró» el conflicto en la ONU, sino que únicamente accedió a compartir protagonismo con otros cuando tras la Segunda Intifada palestina (2000) dio por fracasado el proceso de paz iniciado con la Conferencia de Madrid en 1991.

Así, una década después de la cita madrileña la

administración de George W. Bush involucró a la ONU en el proceso, pero como socio minoritario dentro del llamado Cuarteto Internacional para Medio Oriente, formado en 2002 junto con Rusia y la Unión Europea.

Historiadores regionales recuerdan que los reclamos de acciones de la ONU para proteger a los palestinos cayeron en saco roto y sólo actuó en 1997 cuando envió un pequeño grupo de observadores internacionales desarmados a la ciudad ocupada de Hebrón.

En más de cuatro décadas, la única resolución aceptada por Tel Aviv y Washington como base del proceso diplomático, la 242 (1967), ha sido irrespetada reiteradamente con las colonias judías, pese a que el texto considera «inadmisible apropiarse de territorios por la fuerza».

INTRANSIGENCIA SIONISTA

Mientras Obama omitió mencionar temas espinosos del que se

considera conflicto cardinal de Medio Oriente, su espaldarazo en la ONU al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sirvió para cerrar más el camino a una paz duradera, justa y global.

El jefe del gabinete sionista emplazó a Abbas a volver a la mesa de diálogo «sin precondiciones», a la vez que fijó como «requisito» para cualquier entendimiento que el liderazgo palestino, concretamente la OLP, reconozca a Israel como «Estado del pueblo judío».

Analistas consultados por Prensa Latina admitieron serios escollos diplomáticos para el Cuarteto Internacional al formular los llamados «términos de referencia» para propiciar las pláticas y buscar la forma de sugerir que los palestinos acepten a Israel como Estado judío.

La instancia de cuatro miembros tampoco consiguió aportar una

fórmula plausible para ambas partes sobre los denominados temas del «estatuto final», a saber, fronteras, asentamientos judíos, la suerte de los refugiados y la administración compartida de Jerusalén.

En cambio, conminó a conversaciones preparatorias en un mes,

propuestas sustantivas de ambas partes sobre fronteras y seguridad dentro de tres meses, y un acuerdo de paz para finales de 2012, lo que allanaría el camino al reconocimiento del Estado palestino.

El gobierno israelí y su primer ministro, en particular, descartan ceder la zona oriental y árabe de la ciudad santa a la que califican de «capital eterna e indivisible», y también rechazan congelar la ampliación de las colonias judías, consideradas ilegales por la ONU.

La mejor prueba de que se trata de una política concebida -con el contubernio estadounidense- para alterar la demografía y la religión de Palestina es la presión de diputados extremistas para anexar los asentamientos ilegales e impedir la declaración del Estado.

Menos de una semana después de los discursos en la ONU, Netanyahu aprobó un plan para edificar mil 100 casas en el asentamiento de Gilo, en Jerusalén Este, decisión que la ANP valoró de «bofetada» a los esfuerzos de paz, pero que Washington sólo consideró «decepcionante».

ARGUMENTOS PALESTINOS

«Las actividades de los asentamientos encarnan la esencia de la política de ocupación colonial militar de la tierra del pueblo

palestino y toda la brutalidad de la agresión y discriminación racial contra nuestro pueblo», denunció Abbas en Nueva York.

Tras repudiar que Israel intensifica, con total desacato al derecho internacional, las construcciones de casas para israelíes radicales, el presidente palestino agregó que dicha política «es la causa primaria del fracaso del proceso de paz» en la región.

Además, lamentó el irrespeto a la declaración de principios

firmada por la OLP e Israel en 1993 para alcanzar una paz justa, y denunció la sistemática confiscación de tierras palestinas, la

fragmentación de Cisjordania con un muro y controles que crean

verdaderos guetos.

Las autoridades sionistas demuelen frecuentemente casas de

palestinos, les niegan permisos para construir en Jerusalén Este,

desalojan a propietarios y residentes, y restringen los movimientos de personas dentro de la propia Ribera Occidental.

Todo ello -advirtió el presidente de la ANP- ocurre bajo «una

política en varios frentes de limpieza étnica dirigida a expulsar a los palestinos de sus tierras ancestrales» y alentar la «judaización».

Por lo mismo, el liderazgo palestino desestimó la exhortación del Cuarteto Internacional para sostener negociaciones incondicionales y recordó que otro requisito exigido por resoluciones de la ONU es que Israel se retire a las fronteras de 1967.

Abbas remarcó que cualquier diálogo debe basarse en las fronteras existentes antes del 4 de junio de 1967 cuando el Ejército sionista usurpó territorios palestinos, incluida la Franja de Gaza, y los Altos del Golán sirio al ganar la conocida como Guerra de los Seis Días.

HECHOS CONSUMADOS

La difícil realidad en el terreno es que desde 1967 Israel

construyó prácticamente de forma ininterrumpida 130 asentamientos en Cisjordania y, de los cuatro mil 400 colonos que se estimaba existían en 1997, se multiplicaron a más de 100 mil en 1992.

Se calcula que hoy son más de 500 mil los israelíes que profesan la religión judía y residen en Cisjordania, incluido Jerusalén Este, y viven convencidos de poblar «la Tierra Prometida» por designio divino.

«Israel ha cortado el territorio de Palestina en tres partes», explicó a periodistas Khalis Tafkji, responsable de La Casa de Oriente, cuya labor es precisamente monitorear el proceso de colonización judía.

Ese cercenamiento confirma que desde el inicio los sionistas

defendieron la idea de «dos Estados en uno», el que Tafkji definió como «Estado de las colonias con continuidad y conexión geográfica entre ellas, y el de cantones palestinos conectados por puentes y túneles».

Lo anterior abre la interrogante de en qué tierras se establecería en la práctica el pretendido Estado palestino.

La atomización de Palestina y su progresiva absorción por Israel obligan hoy a un palestino que desee trasladarse del norte al sur de su territorio original a pasar por varios controles sionistas o túneles.

Por lo tanto, observó Tafkji, «si lo que pretendemos es expulsar a más de medio millón de colonos que viven en más de 100 mil viviendas, será muy difícil».

«Dicho de otra forma, acotó, Israel nos ha puesto ante un hecho consumado y ahora toca a los palestinos dar con soluciones adecuadas», entre las que barajó el canje de territorios, no exento de riesgos.

Según el funcionario, el intercambio de tierras expone a los

palestinos residentes en Israel a ser expulsados hacia los territorios ocupados y que los sionistas consagren así el judaísmo de su Estado -que rechaza la ANP-, amén de adjudicarse la mejor tierra y el agua.

Propiciar o reconocer el Estado judio arrancaría de raíz toda

posibilidad de retorno de los refugiados, la mayoría de los cuales reside desde hace más de 60 años en Jordania, Siria y el Líbano e, incluso, obligaría a convertirse o emigrar a los árabes-israelíes.

Así, prevalece gran escepticismo entre diplomáticos, analistas y los propios palestinos e israelíes sobre cuándo y cómo abrir negociaciones serias y, de reanudarse ese diálogo, qué resultados aportaría para una paz duradera. De momento, el Estado palestino espera.

Corresponsal de Prensa Latina en Egipto.

Por Ulises Canales

em/ucl
PL-19
2011-10-01T01:01:04

 

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