20.Ene.2010 / 11:45 am / Haga un comentario

Caracas la de los techos rojos, grandes haciendas y calles empedradas. Casas de grandes ventanales, el mercado y la Plaza Mayor, los caballos y carruajes cruzaban la ciudad que a los pies del Guarairarepano se extendía por su valle, su economía gira alrededor del oro negro (el cacao) y las ideas de emancipación encendienden los corazones de muchos hombres y mujeres por aquellos días de 1810. El alba del tiempo nuevo se veía en el horizonte.

Dos siglos, y cuantos cambios: aquella ciudad pujante se ha convertido en una de las grandes urbes de nuestra America. El oro negro, esta vez el petróleo, es el motor de la economía del país. Las calles angostas de Caracas, ahora son autopistas y los caserones han sido suplantados por los edificios. Ya no hay caballos ni carruajes en las calles, ya no se escucha al pregonero, el Guaire ya no es el prístino río, cuantos cambios ha sufrido la sucursal del cielo. Pero hay algo que no ha cambiado, aun se sienten en las calles las ideas emancipadoras, retumban entre sus esquinas, Bolívar se ha hecho millones, y aquellas ideas renacen por todos los rincones, huele a esperanza en el Valle de Caracas.

En esta primera década del siglo XXI, afrontamos dos grandes retos: culminar la obra de la independencia iniciada por Bolívar y traicionada por la oligarquía de su tiempo; y a la par construir un modelo alternativo de desarrollo que permita hacer verbo «la mayor suma de felicidad posible» Ante este escenario, es imperioso elevar los niveles de conciencia para juntos materializar la patria bonita. Hoy que la humanidad vive una profunda crisis, necesario es que sumemos voluntades y emprendamos la lucha por transformar el sistema. Caracas como ayer, es el epicentro de un gran movimiento emancipador, y su pueblo partero de un nuevo amanecer.

Heryck R. Rangel Hernández
08 de enero de 2010

 

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