Estudiantiles / Internacionales

19.Jun.2010 / 06:59 pm / Haga un comentario

Miradas al Sur.- Hebe de Bonafini habla con un tono sereno, poco conocido. Pero, poco a poco, su voz va cobrando fuerza. Ahí aparece la verdadera Hebe. La que dice lo que piensa. Está contenta. Habla de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, a la que acaban de darle la autorización para su funcionamiento de manera oficial. Y para que las carreras de Trabajo Social, Abogacía e Historia tengan alcance nacional.

-¿Cómo empezó la universidad?
-Cuando recién pensábamos en hacerla, vinieron cien profesores sabiendo que era ilegal, y se inscribieron 200 alumnos sabiendo que no iban a recibir ningún diploma porque no estaba legalizado. Eso es único en el mundo. La manera en que creyeron en nosotros. Y durante dos años, los profesores no cobraron un mango, ni siquiera los viáticos.

-¿Van a legalizar más carreras?
-Sí, tenemos seis años para hacerlo. Pero hay que revalorizarlas, volver a pensarlas. Lo importante es que nunca nos pidieron que cambiáramos nada. Ajustamos los planes, pero no cambiamos nada. Vinieron a ver las condiciones del edificio y la dinámica de las clases. Hace seis años que empezamos con los trámites, y cada vez nos pedían más cosas. Y les dijimos algo real: si ustedes piden todo esto para abrir una universidad, a la mitad de las que están funcionando las tienen que cerrar. El ministro de Educación, Alberto Sileoni, va a seguir monitoreando, claro, para que se cumplan todas las condiciones de las carreras que están por entrar. La próxima será Periodismo de Investigación. El próximo proyecto es abrir una escuela Politécnica. Será una escuela de Arte, como lo es el Rojas de la UBA.

-¿Cómo financian sus proyectos?
-Nos gestionamos: tenemos revistas, libros, vendemos remeras en la Plaza, llevamos stands a todas partes del país. Tenemos muchas maneras de conseguir recursos. Sí pedimos cosas básicas: estufas, sillas y mesas, cosas para equipar las aulas. La universidad es el eje central: llevamos diez años con el proyecto.

-¿Cómo es saber que la universidad ya es oficial?
-Impresionante. La noticia la recibimos con mucha alegría y festejos. Me llamó Sileoni para darme la buena noticia de que nos habían aprobado el proyecto. En algunos medios habían publicado que todavía faltaba su firma, pero la única que faltaba, la última firma, era la de la Presidenta. Y ella firmó al día siguiente.

-¿Cómo fue hace diez años, la inauguración?
-Cuando inauguramos se me ocurrió invitar a todo el mundo: funcionarios, embajadores, rectores de otras universidades. E invitamos a los de Salamanca; ese día se me aparecieron el rector y el vicerrector. ¡Y nosotros estábamos haciendo agujeros en los escalones para terminar la escalera! Ellos esperando, nosotros trabajando. Respecto al espacio, teníamos la casa de las Madres, pero no entraba ahí la universidad. Al lado, había una mutual que no funcionaba. Entonces empezamos a buscar a todos los dueños para que la vendieran. Cuando lo conseguimos, ¡no teníamos la plata! Nunca fue fácil. Ahí empezaron los encuentros del rock. Esa gente fue la que nos dio la plata para comprar y refaccionar el edificio. Bono de U2 nos había dado plata para ayudarnos. Y lo primero que tuvimos fue el aula magna. Había 200 alumnos cuando inauguramos, cien profesores, invitados. Y llovía a cántaros. Fue impresionante. Que los alumnos creyeran en las Madres fue muy emocionante. Y los primeros egresados consiguieron todos trabajo. El solo hecho de decir que habían estudiado en las Madres daba respaldo. Era el año 2000. De la Rúa había prohibido que la llamáramos universidad. Yo la abrí por derecho propio. Yo firmé la autorización (risas).

-¿Qué espacio sienten que llenaron?
-Al principio armamos, junto a Vicente Zito Lema, seminarios, charlas, algo más cultural. La primera vez que se dio una charla, me asomé a la puerta de entrada y pregunté: «¿Toda esta gente para qué vino?». «Para los seminarios», me contestaron. «¡Pero dos cuadras de cola no entran acá!». Terminé a los gritos. Me decían: «Ves, Hebe, el pueblo necesita discutir».

-¿Cómo fue el armado de los programas?
-Cuando comenzamos a reunirnos con Osvaldo Bayer, con León Rozitchner, con gente muy nuestra, salió el tema de cuántas carreras íbamos a tener. Algunos dijeron que muchas, pero yo dije: ¡Más de 5 no, por favor! ¡Me da miedo! A mí no me gusta empezar algo y no poder seguirlo. Prefiero empezar con algo chico y que crezca, y no con algo grande y que se vaya al diablo. Esto fue hermoso. Ese día tuve que hacer un discurso la mitad arriba y la mitad abajo porque la gente no cabía. Llovía, no entraba más gente, y me decían: «Hebe, ¿qué hacemos? ¡Están los embajadores afuera!». Y yo les contestaba que esta es y será una universidad socialista. Así que, si no entran los trabajadores tampoco entran los embajadores. E igualmente se quedaron. De ahí en adelante nos invitaron a hacer convenios con universidades de todo el mundo. En nuestro país, la Universidad de San Martín nos brindó todo su apoyo.

-¿Cuál es el perfil de la gente que estudia aquí?
-No queremos imponer nada a nadie. Lo que queremos es que las carreras formen profesores o abogados, dándoles lecturas acordes a la realidad. Si quieren ser marxistas, es elección de ellos. Nuestros materiales están pensados para ser aplicados a nuestra realidad. El crecimiento de un país depende mucho de ellos. Ojalá que cuando se reciban sientan que son diferentes, que no respondan a los intereses que impone el capitalismo.

-¿Cree que se va a acercar más gente, tras la legalización?
-No sé si más o menos. Siempre fue muy increíble el modo y la cantidad de gente que vino. Durante los primeros años, cuando los chicos terminaban la carrera, había que darles un diploma. Nos preocupaba realmente que no tuvieran nada oficial. Entonces, cada madre pintó un diploma. Y lo entregó. Fue emocionante, para todos. Lo que más difiere respecto de las demás universidades es que cuando se reciben y juran, no lo hacen por Dios ni por la Patria. Juran por ser libres, por conservar la ideología, por hacer para otros, y por seguir con las Madres.

Por: Gabriela Juvenal y Soledad Lofredo
lesahumanidad@miradasalsur.com

 

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