Curiosidades

16.Abr.2010 / 09:44 pm / Haga un comentario

Agencia Nota al Pie.- Cada día 46 millones de personas comen en 30 mil Mc.Donald´s que alzan sus arcos dorados en 100 países. Por lo general, las bandejas que retiran del mostrador tienen más calorías y menos nutrientes de los necesarios.

Deliciosas y gigantes, las hamburguesas y demás sandwiches de Mac.Donalds están compuestas por alimentos procesados, que como la misma cadena reconoce, son más peligrosos que los alimentos no procesados. Para los niños es un premio comer en Mc.Donalds y resulta ser que 1 de cada 3 niños en Estados Unidos es obeso. Pero no es solo un asunto del norte. La Unidad Latinoamericana del Grupo Internacional de Trabajo Contra la Obesidad (IOTB) ha determinado que la obesidad infantil crece más rápido en nuestro continente que en EEUU. ¿Es culpa de Mc.Donald´s que haya más gente gorda en el mundo? Pregúntele a Morgan Spurlock.

Este documentalista norteamericano hizo Super Size Me (en español «Super engórdame»), y ganó el premio a la mejor dirección en el Festival de Sundance 2004 con una película que explora en carne propia los efectos de la comida de Mc.Donald´s. Literalmente. Spurlock se sometió a una dieta de 30 días comiendo solo en los arcos dorados, desayuno, almuerzo y cena. Al final del mes su hígado amenazaba con estallar, subió más de 20 kilos de peso, perdió su apetito sexual y estaba deprimido. A medida que documentaba su dieta suicida, conversó con médicos, nutricionistas, representantes de la industria de alimentos norteamericana y gente en la calle. La conclusión: eres lo que comes, y con razón la comida rápida ha sido bautizada comida chatarra.

Super Size Me no es una película antiglobalizadora que agarra el cuello de Ronald Mc.Donald´s como chivo expiatorio. Es una reflexión sobre la resposabilidad personal y las influencias de las corporaciones en nuestras vidas. Sometidos a un bombardeo publicitario, los niños aprenden a decir Mc.Donald´s a la vez que guau-guau, y con un jugetico como regalo, es difícil que no pidan a gritos su cajita feliz.

La publicidad de alimentos ocupa el primer lugar en la televisión mundial y la mayoría está dirigida a niños. Repostería, cereales endulzados y comida rápida se llevan la mitad de esa torta. En el Reino Unido, Estados Unidos y Australia el número de comerciales de alimentos en horarios infantiles son los más altos del mundo, países donde la obesidad infantil se ha disparado. En Suecia está prohibido que la publicidad de alimentos esté dirigida a niños y solo el 3% de sus niños son obesos, aunque registran una preocupante tendencia a aumentar.

Paradójicamente, así como sucede en Estados Unidos, los más pobres de América Latina suben más de peso. La erradicación de la desnutrición está ligada a un aumento de la obesidad por el consumo de alimentos de baja calidad nutricional y altos en grasas, según la IOTB. En México ahora comen menos tacos que hamburguesas y están más gordos. En Brasil la desnutrición bajó un 50% entre 1975 y el 89, pero la obesidad subió un 70%, y en el caso de los niños, el incremento ha sido del 239%. Chile tiene el mayor número de niños obesos en la región. En muchos estudios se ha encontrado que entre la gente de menos recursos existe la percepción de que las cadenas de comida rápida ofrecen alimentos más baratos y resueltos, además de ser más atractivos.

En su libro Fast Food Nation, el periodista Eric Schlosser dice que al comer como norteamericanos, el mundo se parece cada vez más a ellos en un aspecto: los Estados Unidos tiene un 60% de su población con sobrepeso y la tasa más alta de obesidad en el mundo desarrollado con un redondo 30%.

No lo llamemos globalización, usemos un término mejor y en boga: Globesidad.

Nadie le pone a la gente una papa frita en la cabeza y amenaza con disparar si no come su hamburguesa. Lo que metemos en nuestro cuerpo es una responsabilidad individual, que en el caso de los niños, debe ser educada y defendida por los padres. La comida rápida es un negocio multimillonario, y como tal, invierte toda su energía en seducir a los consumidores. Es un juego grasoso que debemos saber tragar. Ahora se habla de El Nuevo Mc.Donald´s, donde la ensalada es la estrella. Pero como dice Morgan Spurlock en su película, con pollo y salsa tienen casi las mismas calorías que una hamburguesa.

Los expertos realizaron el estudio con ratas alimentadas a base de tarta de queso, bacon y salchichas.

El éxito de los restaurantes de comida rápida podría explicarse gracias a un nuevo estudio realizado por científicos estadounidenses. Éste revela que una ingesta habitual de comida ‘basura’ puede llegar a producir efectos similares a los de la drogadicción.
Científicos del Instituto de Investigación Scripps (EE.UU.) han explicado las conclusiones del estudio en la revista ‘Nature Neuroscience’. Han descubierto que los alimentos grasos y azucarados provocan los mismos efectos en el cerebro que llevan a la gente a la drogadicción.
Los expertos realizaron el estudio con ratas alimentadas a base de tarta de queso, bacon y salchichas. Poco después del experimento, los animales comenzaron a engordar y a mostrar signos de adicción, similares a los que sufren algunas personas con la heroína o el tabaco.
«Esto muestra la evidencia de que la drogadicción y la obesidad están basadas en los mismos mecanismos neurobiológicos», explica el profesor Paul Kenny.
«En el estudio, los animales perdieron completamente el control de su comportamiento alimenticio y continuaban comiendo incluso cuando recibían descargas eléctricas», añade.
Después de que las ratas se acostumbraran a la comida basura, las devolvieron a su dieta habitual, basada en ensalada. Sin embargo, prefirieron estar dos semanas sin comer antes de ingerir alimentos bajos en grasas.
Una persona adicta a las drogas, continúa consumiéndolas incluso siendo consciente de que son dañinas para su salud. Por ello, en este estudio se realizaban descargas eléctricas a las ratas. Mediante una luz, les anunciaban que iban a recibir una descarga si seguían comiendo. Las ratas a las que no se había acostumbrado previamente a la comida basura, dejaban de comerla en cuanto recibían el estímulo, mientras que las adictas continuaban comiendo a pesar de recibir las descargas.
Al igual que una persona drogadicta, la respuesta de placer en el cerebro era cada vez menos eficaz en las ratas, por lo que cada vez necesitaban comer más para sentir satisfacción.

 

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